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  Poemas II
 

Tu Ausencia


Retrocedía la luz
que encendió
el sonido de tu risa
se desperezaba el hastío
dispuesto a imponer su reino
cuando no estabas

El áspero rugir
de las horas
y de su tránsito
flotaba como burbujas
sobre el lodo impaciente por secarse
cuando te fuiste

Tu ausencia es como una roca
bajo la cual nada palpita
y todo cruje
viejo y reseco
como un vigía solitario
e insomne

No escucho tus pasos
No siento tu mirada
No puedo tocarte

El aire se ha detenido a esperarte

Mi alma suspendida
hasta encontrarte



Vespertina

Te beso

Te beso
y de tus labios irrumpe
el sabor desbocado e indomable
de una locura que crece
y se repite

Tu boca tan cerca
y tan dentro
convocando un fuego desatado
que no quema
la ausencia del miedo
y de la rienda

Me besas
y mil susurros estallan
para poblarte y para hablarte
en un idioma solo nuestro

Se nos escapan los suspiros
Se nos detiene el tiempo
Se nos terminan las excusas
y los arrepentimientos

Te beso
y presiento los caudales
y toco los bordes de tu cuerpo
y todo se confunde
como en un sueño de opio
como un recuerdo tenue
pero conocido
como si tu y yo
desde siempre
pero ahora

Te beso
y nos internamos en el bosque
en la espesura  de este secreto
y la vastedad
de estos deseos


Vespertina





GeoLógica

Mi mente cambia como la tierra cambia; 
levanta cordilleras o destruye paisajes 
que se quedaron dormidos en el suelo 
rígido o a veces frágil de la memoria.
 
Genera nuevas rocas, yo genero nuevos 
pensamientos que poco a poco
se sedimentan y van cubriendo
espacios que antes estaban vacíos.
 
La tierra sufre el metamorfismo, 
yo transformo los sentimientos 
a pesar de creerse inertes. 
Y nacen nuevas estructuras inherentes, soñadas.
 
Veo como surgen volcanes de ideas, 
que hacen erupción sin obedecer ninguna ley. 
Luego vuelven a la calma, quedando simplemente 
como fumarolas encendidas.
 
Mi mente cambia como la tierra cambia;
renace desde lo prehistórico, avanza en el tiempo 
y viaja por períodos que a veces parecen eternos.


Claudia Iberluccea

Quiero

Quiero quedar impregnada del olor de esa mujer
de cabello color bronce y labios cereza claro.
 
Respirar y sentir ese aliento de jazmín, rosa y azalea,
de musgo y orquídea blanca.
 
Beber de su boca y quedar llena de ese sabor dulce amargo.
Ese néctar extraño, como de dioses, como de embriago.
 
Quiero ese rocío de mayo que me otorga de sus manos y 
que con un abrazo me llene de los encantos que habitan en su piel.
 
Quiero esos colores de corales exóticos que tienen sus ojos al amanecer. 
Que cuando miran, estremecen y hacen que muera la alborada.


Claudia Iberluccea

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