Tu Ausencia
Retrocedía la luz
que encendió
el sonido de tu risa
se desperezaba el hastío
dispuesto a imponer su reino
cuando no estabas
El áspero rugir
de las horas
y de su tránsito
flotaba como burbujas
sobre el lodo impaciente por secarse
cuando te fuiste
Tu ausencia es como una roca
bajo la cual nada palpita
y todo cruje
viejo y reseco
como un vigía solitario
e insomne
No escucho tus pasos
No siento tu mirada
No puedo tocarte
El aire se ha detenido a esperarte
Mi alma suspendida
hasta encontrarte
Vespertina
Te beso
Te beso
y de tus labios irrumpe
el sabor desbocado e indomable
de una locura que crece
y se repite
Tu boca tan cerca
y tan dentro
convocando un fuego desatado
que no quema
la ausencia del miedo
y de la rienda
Me besas
y mil susurros estallan
para poblarte y para hablarte
en un idioma solo nuestro
Se nos escapan los suspiros
Se nos detiene el tiempo
Se nos terminan las excusas
y los arrepentimientos
Te beso
y presiento los caudales
y toco los bordes de tu cuerpo
y todo se confunde
como en un sueño de opio
como un recuerdo tenue
pero conocido
como si tu y yo
desde siempre
pero ahora
Te beso
y nos internamos en el bosque
en la espesura de este secreto
y la vastedad
de estos deseos
Vespertina
GeoLógica
Mi mente cambia como la tierra cambia;
levanta cordilleras o destruye paisajes
que se quedaron dormidos en el suelo
rígido o a veces frágil de la memoria.
Genera nuevas rocas, yo genero nuevos
pensamientos que poco a poco
se sedimentan y van cubriendo
espacios que antes estaban vacíos.
La tierra sufre el metamorfismo,
yo transformo los sentimientos
a pesar de creerse inertes.
Y nacen nuevas estructuras inherentes, soñadas.
Veo como surgen volcanes de ideas,
que hacen erupción sin obedecer ninguna ley.
Luego vuelven a la calma, quedando simplemente
como fumarolas encendidas.
Mi mente cambia como la tierra cambia;
renace desde lo prehistórico, avanza en el tiempo
y viaja por períodos que a veces parecen eternos.
Claudia Iberluccea
Quiero
Quiero quedar impregnada del olor de esa mujer
de cabello color bronce y labios cereza claro.
Respirar y sentir ese aliento de jazmín, rosa y azalea,
de musgo y orquídea blanca.
Beber de su boca y quedar llena de ese sabor dulce amargo.
Ese néctar extraño, como de dioses, como de embriago.
Quiero ese rocío de mayo que me otorga de sus manos y
que con un abrazo me llene de los encantos que habitan en su piel.
Quiero esos colores de corales exóticos que tienen sus ojos al amanecer.
Que cuando miran, estremecen y hacen que muera la alborada.
Claudia Iberluccea
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